Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO X


Del segundo rey, y de lo que sucedió en su reinado



Hechas las exequias del rey defunto, los ancianos y gente principal, y alguna parte del común, hicieron su junta para elegir rey, donde el más anciano propuso la necesidad en que estaban, y que convenía elegir por cabeza de su ciudad, persona que tuviese piedad de los viejos, y de las viudas y huérfanos, y fuese padre de la república, porque ellos habían de ser las plumas de sus alas y las pestañas de sus ojos, y las barbas de su rostro, y que era necesario fuese valeroso, pues habían de tener necesidad de valerse presto de sus brazos, según se lo había profetizado su dios. Fue la resolución elegir por rey un hijo del antecesor, usando en esto de tan noble término de dalle por sucesor a su hijo, como él lo tuvo en hacer más confianza de su república. Llamábase este mozo Vitzilouitli, que significa pluma rica; pusiéronle corona real y ungiéronle, como fue costumbre hacerlo con todos sus reyes, con una unción que llamaban divina, porque era la misma con que ungían su ídolo. Hízole luego un retórico, una elegante plática, exortándole a tener ánimo para sacallos de los trabajos, y servidumbre y miseria en que vivían oprimidos de los azcapuzalcos, y acabada, todos le saludaron y le hicieron su reconocimiento. Era soltero este rey, y pareció a su consejo que era bien casalle con hija del rey de Azcapuzalco, para tenerle por amigo, y disminuir algo con esta ocasión, de la pesada carga de los tributos que le daban, aunque temieron que no se dignase darles su hija, por tenerles por vasallos. Mas pidiéndosela con grande humildad y palabras muy comedidas, el rey de Azcapuzalco vino en ello, y les dio una hija suya llamada Ayauchigual, a la cual llevaron con gran fiesta y regocijo a México, e hicieron la ceremonia y solemnidad del casamiento, que era atar un canto de la capa del hombre con otro del manto de la mujer, en señal de vínculo de matrimonio. Naciole a esta reina un hijo, cuyo nombre pidieron a su abuelo, el rey de Azcapuzalco, y echando sus suertes como ellos usan (porque eran en extremo grandes agoreros en dar nombres a sus hijos), mandó que llamasen a su nieto Chimalpopoca, que quiere decir, rodela que echa humo. Con el contento que el rey de Azcapuzalco mostró del nieto, tomó por ocasión la reina, su hija, de pedille tuviese por bien pues tenía ya nieto mexicano, de relevar a los mexicanos de la carga tan grave de sus tributos, lo cual el rey hizo de buena gana con parecer de los suyos, dejándoles en lugar del tributo que daban, obligación de que cada año llevasen un par de patos, o unos peces, en reconocimiento de sus súbditos, y estar en su tierra. Quedaron con esto muy aliviados y contentos los de México; mas el contento les duró poco, porque la reina, su protectora, murió dentro de pocos años, y otro año después el rey de México, Vitzilouitli, dejando de diez años a su hijo Chimalpopoca. Reinó trece años; murió de poco más edad de treinta. Fue tenido por buen rey, diligente en el culto de sus dioses, de los cuales tenían por opinión que eran semejanza los reyes, y que la honra que se hacía a su dios, se hacía al rey, que era su semejanza, y por eso fueron tan curiosos los reyes en el culto y veneración de sus dioses. También fue sagaz en ganar las voluntades de los comarcanos, y trabar mucha contratación con ellos, con que acrecentó su ciudad, haciendo se ejercitasen los suyos en casos de la guerra, por la laguna, apercibiendo la gente para lo que andaban tramando de alcanzar, como presto parecerá.